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Proceso de duelo

By 17 diciembre, 2018 No Comments

¿Cuál es la dierencia entre la necesaria elaboración de un duelo y un diagnóstico de depresión?

Puede que en algún momento te hayas hecho esta pregunta o que te hayas encontrado en un proceso de duelo y hayas temido «caer» en una depresión. Puede incluso que a tu alrededor anden preocupados quienes te rodean temiendo que no superes la pérdida.

Lo primero que debemos saber es que los duelos son un proceso normal cuyo objetivo es acomodarnos a una pérdida sufrida. En el caso en que esta pérdida sea de una persona a la que estuviéramos fuertemente vinculados, el duelo ha de ser el proceso de elaboración y despedida de lo que ya no es posible y al mismo tiempo de reelaboación del vínculo en para que pueda seguir alimentando nuestra vida emocional.

Lo que quiero decir con esto, es algo parecido a lo que ocurre con el recuerdo y también con los sueños. Cuando una persona muere los recuerdos de las experiencias vividas con ella se mantienen pero no intactos y muchas veces, de manera natural y en este sentido también sana, modificamos estos recuerdos y los actualizamos, muchas veces incluso mantenemos conversaciones y compartimos vivencias actuales con la persona que ha muerto. Esto es posible porque el vínculo nunca muere.

Al principio estos recuerdos se tiñen de lo que ya no es posible y resultan dolorosos. Éste es el proceso de duelo propiamente dicho.  Sin embargo, poco a poco tomamos en cuenta otras posibilidades, sobre todo si no las reprimimos, y nos encontramos soñando con esa persona y compartiendo vivencias cotidianas, acontecimientos importantes, o incluso pidiéndole su opinión sobre algún tema en el que tenemos que tomar alguna decisión importante y también preguntándole qué es lo que ha pasado, cómo ha muerto, etc,… todo esto sucede en nuestra imaginación y es un proceso natural de mantenimiento de la vinculación mediante el cual imaginamos qué haría o diría esa persona, cómo se sentiría al enterarse de un logro nuestro, cuál sería su gesto de reconocimiento o qué discusión libraríamos con esa persona ante un acontecimiento que suscitaría un conflicto.

Repito que este es un proceso normal, no es beneficioso cortarlo por miedo a que alguien pueda perder la razón, no es indicativo de ninguna patología grave y lo normal es que vaya siendo menos frecuente pero que no desaparezca totalmente. Es la manera en la que recolocamos el vínculo y encontramos cómo funcionar a partir de ahora.

Las lealtades se juegan aquí. Quiero decir que en un proceso de duelo se suele idealizar a la persona que ha muerto y se suelen abandonar asuntos pendientes, pero esto no tiene porqué ser así siempre; solo es denotativo de que desearíamos que no hubiera muerto para tener ahora la oportunidad de discutir acerca de esto o lo otro, para demostrar que teníamos razón o para pedir disculpas por algo.

Posteriormente podemos resolver conflictos y mantener discusiones hablando interiormente con esa persona desde nuestro conocimiento de ella y de la relación que manteníamos. Y es saludable normalizar este hecho y vivirlo sin temor a traicionar el propio vínculo o a la persona misma pensando que ya no se puede defender. Por el contrario, debemos pensar que desde la relación mantenida necesitamos resolver algunos asuntos que la muerte siempre deja pendientes sabiendo que transitaremos diferentes emociones según sea la situación imaginada.

Escapemos de prejuicios y de lo que otras personas nos digan que es normal o está bien. Normalmente sentirse libre de elaborar el duelo según haya sido nuestra relación es lo más adecuado.

De otra cosa estaríamos hablando, si nuestras experiencias en la vida y la conceptualización de la muerte nos hacen querer escapar de la realidad de la pérdida. En ese caso busca ayuda profesional porque ese intento de escape solo posterga la elaboración emocional necesaria y puede convertirse así en un proceso patológico cuando, en origen, es completamente normal.